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Mostrando entradas de julio, 2013

Luis Cabrera Aizpuru

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Él sabía que tenía un alma para volar, o quizá incluso para bucear, así que de las nubes de la niñez y de las aguas profundas de la experiencia extrajo una conclusión; él tendría Alma de Cormorán y pescaría cachos de vida que se fueran fundiendo sobre la mar. Y, aunque más bien tarde, finalmente aprendió a volar dentro de esas aguas que se hacen turbulentas entre los abrazos de las olas y los vientos silbos de los adioses pues, bien aislados o expulsados, también se dejan arrastrar por las corrientes del poniente con la finalidad de revivir, a base de plumazos, muchos de los sentimientos que se van perdiendo antes siquiera de tocar fondo con la bajamar.  Pero a base de aguantar la respiración y de camuflar sus más íntimas nostalgias entre las saladas gotas que atormentan la mar, consiguió bucear tan hondo -y tan cerca- que atrapó la imperceptible belleza que solo es posible apreciar a través del reflejo de una insignificante lágrima. Y no debemos subestimar el enorme poder